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Mi siervo creció en la presencia del Señor como un tierno brote verde,
    como raíz en tierra seca.
No había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto,
    nada que nos atrajera hacia él.
Fue despreciado y rechazado:
    hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo.
Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada;
    fue despreciado, y no nos importó.

Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó;
    fueron nuestros dolores los que lo agobiaron.[a]
Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios,
    ¡un castigo por sus propios pecados!

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Footnotes

  1. 53:4 O Sin embargo, fueron nuestras enfermedades las que él cargó; / fueron nuestras dolencias las que lo agobiaron.

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